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LA TORMENTA PERFECTA

Publicado: 2020-02-01

Después de la lluvia a cántaros de ayer, y aprovechando el reparador solcito de hoy, fui a visitar a Froylán en el sanatorio psiquiátrico, pues se le cree loco. Estaba leyendo a Borges. El condenado a muerte del cuento agota con la imaginación las circunstancias concretas de su ejecución, agregándole los más atroces rasgos, con la idea mágica de que prever un detalle circunstancial es impedir que este suceda, acabando, naturalmente, por temer que esos rasgos fueran proféticos. ¿Y qué cuento es ese? le pregunté. El milagro secreto, como en las elecciones, me dijo. ¡Ah!, paré las orejas. Resulta que él no solo había votado, sino que casi fue miembro de mesa. Porque al faltar el titular alguien de la fila debería inmolarse. Todos se libraron con los más variados pretextos. Froy adujo que estaba loco, pero a nadie pareció importarle. Hasta le ofrecieron 200 soles de una colecta que hicieron en la fila, pero él dijo nica, y todos entendieron.

La esperanza en un milagro fue de los morados, pero en el último momento Dios desvió la mirada y se lo concedió a unos tarados o genios de la política. Como los acciopopulistas, que esgrimen la lampa de los recios campesinos como si fuera la varita mágica del reino de las hadas de la política. Como los candorosos pescaditos, que han logrado su pesca milagrosa. Como la despiadada máquina etno-cacerina que ha hecho su buena razia de votos, precisamente en Arequipa, que ya no es blanca sino cobriza.

Las campañas más exitosas han sido las de tipo religioso y militar que, en materia de vestimenta, han desplegado, por un lado, la tenida israelita de la época del profeta Ezequiel; y, por el otro, el uniforme de combate del ejército peruano. En cuanto al lenguaje, se ha probado la eficacia del silencio electrónico (etno-identitario) y de la bullanga del reservista armado de un megáfono (etno-cacerista). Esto último de ‘cacerista’ evoca la ingrata memoria del Elmer Cáceres, un energúmeno, esto es una ‘persona furiosa, alborotada’. Son de temer estos arequipeños. Como Abismael, Eseaquel nació en Arequipa.

Viendo que el cielo empezaba a encapotarse, apuré la pregunta que quería hacerle a Froy sobre qué le preocupaba. Son ideas mías, empezó. Me temo –sonó un trueno– que los del pescadito encuentren un líder agresivo. ¿Cáceres Llica? No es de descartar, me dijo, porque si el profeta en vida se tragó a dos Cáceres, ahora que está muerto puede que no le haga ascos a uno solo. Sabiendo que Froy está loco, descarté su idea, pero en ese momento retumbó el cielo. Negros nubarrones por los dos lados. ¿Qué podía ser peor, sufrir las cacerías étnicas de los reservistas cobrizos o seguir la moda de las ropas etno-chic de Llica? ¿Aguantar la etnocracia del viejo Humala o la teocracia del venerable Eseaquel? Crucé los dedos para no tener nunca que escoger entre Cáceres y una cacerina. Aunque mejor sería poder decirles lacónicamente o todos nica.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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