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Profesor (con lentes) en su escuela rural.

PALABRA DE MAESTRO

Publicado: 2021-05-26

No, no me refiero a la del maestro chotano, que quiere ser presidente, sino a la mía propia, libre de pasiones e intereses, como corresponde a un profesor jubilado. Aunque ahora es un riesgo hablar del valor de la palabra, tan devaluada. Hasta la palabra maestro está en retroceso. Los respetos y las palabras se derriten como los glaciales. En algunos oficios más que en otros, porque si en profe la perdida es de una silaba en presi ya es de dos. Sobre esto, leía hace unos días en una crónica sobre Fujimori que sus geishas, después de pasar la noche con él en una helada isla flotante del Titicaca, reinician a las 8 de la mañana su dura labor de periodistas apeándole el tratamiento de presi, que en su caso resultó fatal porque terminó de presidiario. Sobre lo mismo hemos escuchado todos otra historia picante, contada por la vice del profe chotano en el debate trasmitido por TV a nivel nacional, en donde refería que Fujimori había visitado el pueblo de Antabamba, no para poner luz sino persiguiendo a una guapa lugareña. La prensa seria frunció el ceño, escandalizada no con el presi sino con la vice chismosa. Hasta la cojuda de la Magaly, con perdón del latinismo, lanzó rayos y truenos contra la comadre roja o bermeja (bermejo significa rojo subido). Debieran leer a Suetonio, que con estos materiales escribió sus memorias de los emperadores romanos.

Sí, hace mucho tiempo fui maestro, con todas sus letras y los debidos respetos, en el pago de Quilcapampa en el valle de Siguas. Aunque para los lugareños era el maistro, el único de la escuela. Único porque estaba solo, no porque fuera el mejor. El mejor será siempre el inolvidable maestro Horacio Zeballos, que trabajó en el cercano pueblo de Pitay, donde dejó una huella imborrable con sus grandes hazañas de bebedor. Sus alumnos también lo recuerdan, imponente, reata en mano, ya que era partidario de la antigua máxima pedagógica de que en la educación del niño no hay látigo perdido. Hasta podría contar una anécdota suya. Un sigüeño viejo, enterado de que su antiguo compañero de juergas era candidato a la presidencia de la república, recordó la vez que hizo con el profesor una carrera de Pitay a Laderas, pero a lomo de caballo de palo, de carrizo más exactamente. Todo esto porque Zeballos, en medio de la curda, se le había ocurrido que no era nada digno de sus personas hacer el largo camino a pie.

¿Si voy a votar por el maestro chotano? Tenía mis dudas, pero algo sucedió. Me habían regalado una pareja de cachorritos, y les puse de nombre Pedro y Keiko. Mi hija me regañó: Por qué les has puestos esos nombres. Ahora se van a pelear. La Keiko le va a robar su comida. Creo que hasta un niño entiende. ¿Que el profe no está preparado? Bueno, no es un Cicerón, pero para lo que tiene que decir le bastaría el lenguaje de gestos. Porque hay un grave problema con las palabras, que se han contaminado hasta convertirse en virus maléficos que la mente rechaza. Así hasta el entrecortado maestro chotano podría destronar a Vargas Llosa, el rey de la labia que ya nadie quiere escuchar. Me siento infinitamente más cercano a mi colega Pedro que de esa señora que juega como delantera de la extrema derecha.

Hasta me animaría a darle un consejo, sobre los medios de comunicación. En realidad, sólo me interesa un canal, el del estado y algunos de sus programas. Entre estos el que enseña quechua. Debiera usarse en escuelas y colegios, como parte del currículo. Claro que tengo Netflix, pero me gustaría que se hicieran más cosas para los ratos patrióticos. Doscientos años de República, más los trescientos de la Colonia, y se nos acabó la historia. En México celebran setecientos años de la fundación de Tenochtitlán. Quizá debiéramos recordar nosotros cuando fuimos grandes con el Tahuantinsuyo. Termino aquí. A un jubilado si le dan cuerda no tiene cuando parar.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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