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EL JURISTA Y EL TERRORISTA

Publicado: 2021-09-27

Creo que fue Freud quien dijo que la parca escoge el día de su llegada poniéndose de acuerdo con el oscuro inconsciente, al que pertenecen el sueño y la muerte. Algo de esto debió haber pasado con nuestro amigo Carlos Ramos Núñez, el ilustre jurista, que falleció el día de su cumpleaños. Freud diría que esto es algo muy sintomático. Lo mismo que la muerte de Abimael Guzmán, que ocurrió justamente la víspera del aniversario de su captura. Y no por casualidad, al menos para el psicoanálisis, que entiende que se trata o de un síntoma ya intratable o de un enigma interesante.

Cuando jóvenes debemos haber festejado con los amigos algún cumpleaños de Carlos Ramos. Entonces Arequipa era una fiesta y nos divertíamos. Supongo que eso es ser jóvenes. Con una diferencia, que además del trago nos gustaban los libros, en aleación indisoluble. Y como los libros eran caros, los tragos tenían que ser baratos. En realidad, todo era barato, hasta la amistad, que se prodigaba a vasos llenos. Una generación perdida, salvo por Carlos, el único cuyo nombre figura en Wikipedia.

Abimael era de una generación anterior, aunque con el mismo gusto por los libros y los tragos. La diferencia con Carlos Ramos es que mientras este se propuso ordenar la sociedad, el otro se dedicó a destruirla. Los dos querían escribir libros, como todos los intelectuales, pero no querían tener hijos, como algunos poetas que prefieren romper el molde en que la naturaleza los fundió. Alguna vez nos contaría Carlos, entre tragos, que estando en Italia con una beca, se metió en una fila que había para esterilizarse, y que una viejecita se acercó a disuadirlo. Lo convenció.

Carlos era un creador, que nos ha dejado excelentes libros. No es algo que pueda decirse de los mamotretos y panfletos que han salido de la pluma incendiaria de Abimael.

Otra cosa que diferencia al terrorista del jurista es que mientras aquel era un tipo terriblemente serio, este por el contrario mostraba siempre un semblante amablemente sonriente. Pero no solo los hombres de la izquierda ultra son serios sino también los de derecha ultra, representada en el Tribunal constitucional por otro arequipeño, J. L. Sardón. Recuerdo haberlo visto un par de veces en la librería Aquelarre, petulante, sardónico, con la cara picada de viruelas. No es el tipo de persona con el que te tomarías un trago.

Pero el jurista y el terrorista se marcharon casi juntos. Uno bien considerado, el otro execrado. Uno deseando poder volver a nacer, el otro queriendo no haber nacido jamás. Si la captura de Abimael hizo abortar los sueños de omnipotencia del personaje de ficción que fue el presidente Gonzalo, y si su ingreso a la prisión fue el despertar a la realidad, al final, quizá su muerte fue la liberación del peso de la culpa de haber venido al mundo.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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