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ATAHUALLPA KUNAN PACHA_

Publicado: 2021-11-05

Noviembre fue fatal para el Inca Atahuallpa, porque en este mes los españoles lo apresaron en Cajamarca en 1532. En el calendario agrario andino, sin embargo, noviembre es un buen mes, porque empiezan las lluvias. Para la religión solar de los Incas, también era un buen mes, ya que el Sol está muy cerca de alcanzar su mayor fuerza en el solsticio de verano. Por esto el Inca se sentía muy confiado, ya que estaba en una auspiciosa posición de dominio, como Manco Cápac en el cerro Huanacauri, antes de descender al valle del Cuzco para conquistarlo.

Poniéndonos ya del todo míticos, mencionemos que la llacta Arequipa también tiene su Huanacauri, que es el Misti. A tan buena altura se situaba mentalmente Atahuallpa, en el cerrito desde el que veía en la llacta de Cajamarca al fondo del valle a los españoles como hormigas. Técnicamente, desde su punto de vista mágico-religioso, los intrusos estaban de antemano derrotados. Los soldados del Inca, al marchar al encuentro con su uniforme ajedrezado, no solo parecían figuras de naipes, sino que, llegado el momento, como si lo fueran, porque en el juego de Atahuallpa no tenían opción frente al plomo y al hierro de los destructores del país de las maravillas.

¿Pero cuál era el juego del Inca? Nos lo explica Adam Herring, profesor de Historia del Arte en su libro Arte y visión en el Imperio inca. Realmente, ve otras cosas: la uniformidad geométrica de las túnicas ajedrezadas de los soldados del ejército inca, la grandiosidad impresionante de la infinita multitud de llamas, que las presenta no como caricaturas de caballos sino como instrumento de poder del estado pastoralista. En esta otra lógica de la mirada estudia una copia en piedra del tótem de los incas, un cerro Huanacauri en miniatura que los incas cargaban a la guerra.

Era un talismán que Atahuallpa en campaña llevaba como Castillo su sombrero. Quizá fuera una estrategia suicida, como algunos agoreros insinuaban: “¿Y si Atahuallpa prefiere que lo atrapen?”. Otros tratarían de explicar luego las incoherencias de la conducta del Inca diciendo que estaba borracho. Lo cierto, en todo caso, es que los movimientos del ejército del Inca no obedecían a una gimnástica militar sino más bien a una coreografía religiosa. Parecía una danza de hipnotizados, de sonámbulos, o de autómatas dirigidos por un loco. La verdad es que Atahuallpa estaba en otra cosa, no se situaba en el tiempo inmediato y real sino en un tiempo mítico. Mientras él revivía mágicamente las condiciones del triunfo del primer inca en Huanacauri en el principio, la realidad con sus trampas lo ponía en la situación de ocasionar con su insensatez la desgracia de apurar el fin de la historia de los incas.

Ya se sabe que quien no conoce la historia repite sus errores. Es el caso de Cáceres Llica, el gobernador de Arequipa recientemente caído en desgracia. Andino a su manera, al triunfar entró en la llacta con una recua de llamas y se encomendó en su cumbre al apu Misti. Dos cosas típicamente andinas que analiza Herring en relación a Atahuallpa: el culto a las montañas y la práctica del pastoralismo. Como son cosas andinas, nosotros debemos llevarlas adentro, en el inconsciente colectivo. Ahí está el sombrero del presidente convertido en símbolo, ligado de alguna manera a la superstición del poder del cerro Huanacaure, que se halla en la base de la leyenda de los incas, junto a la falsa bandera Tahuantinsuyana, que corresponde al arcoíris, también llamado Huanacauri, y que apareció en el momento de la fundación del imperio.

En cuanto al pastoralismo, Herring explica que en la historia andina es una constante que los pueblos pastores (llacuaces), los bárbaros de las alturas, avasallaran a los pueblos agricultores de los valles (huaris), más civilizados y cultos. Creo que esto significa la presencia aparatosa de Castillo y Bellido a caballo en las calles, la llegada de los bárbaros.

Noviembre no fue un buen mes para Atahuallpa, que con tan mala estrategia para enfrentar a los españoles estos lo vacaron sin problemas. Los símbolos tienen poder, pero no en el ajedrez de la política, que el Inca en vano trató de aprender, porque al final nada pudo salvarlo del garrote que desde el principio le estaba prometido. Y Castillo ha nacido en Cajamarca, donde el imperio cayó como un castillo de naipes. 


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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