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CASTILLO EN SUS CUATRO

Publicado: 2022-12-12

Hay un cuento de Jack London que cuadra con el final del ex presidente Pedro Castillo. Se llama “El burlado”, del libro “La quimera de oro”. Resulta difícil relacionar con la lectura a ciertos personajes, como a Marilyn Monroy, la “rubia tonta”, que en las recientes conmemoraciones del centenario del “Ulises” se le ha recordado en una famosa fotografía en que se la ve concentrada en el sicalíptico capítulo final; o a Pedro Castillo, “el burro”, que tras su detención volvió a encontrar tiempo para la lectura. Es lo que hacen los grandes y pequeños hombres ante la adversidad para recomponer su espíritu, como Hildebrant cuando lo echaban de la televisión se venía a Arequipa a repasar Séneca, Zenón, Catón.

La lectura puede ser una buena ayuda en momentos difíciles. Se cuenta que Lenin, cuando estaba ya desahuciado, leía precisamente “La quimera de oro”. Quizá a Castillo también le interesara, porque trata de la fiebre del oro; pero al moribundo líder proletario le gustaban esos relatos de aventuras porque tratan de la lucha denodada por la supervivencia en el pintoresco escenario ártico. Son inolvidables algunos de estos cuentos, como “Ley de vida”, “Hacer un fuego”, “Amor a la vida”.

También “El burlado”, que arranca con una frase que conviene al lance de Castillo: “Era el final”. Trata de un aventurero, que comienza como un romántico luchador social y que termina como un ladrón de pieles en el Ártico; y que, derrotado, cae en manos de los feroces nativos a los que ha explotado sin misericordia y que ahora toman su venganza. Acepta la muerte que le espera, pero no sufrir las terribles torturas que sus enemigos le tienen reservadas. Para escapar al tormento promete al jefe nativo revelarle el secreto de una medicina que vuelve invulnerable el cuello al golpe mortal del hacha, a cambio de que le perdone la vida y le entregue muchas riquezas. Aunque la prueba tiene que realizarse en su propio cuello, que frota con el ungüento mágico, se muestra tan seguro de su eficacia que hasta incita al jefe a dar el hachazo con todas sus fuerzas. Así consigue tener una muerte rápida que lo salva de la tortura.

Igual a Castillo, que provocó un desenlace dramático para evitar el terror sin fin que la oposición le tenía prometido. Siempre podrá afirmar que salió del gobierno no por corrupto sino por enfrentarse a sus desacreditados enemigos del congreso, que todavía no se dan cuenta que el cholito se ha burlado de ellos. El que rebuzna al último rebuzna mejor.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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