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EL HUEVO Y EL PÁJARO

Todo procede del huevo; este es la cuna del mundo. Michelet, Julez. El pájaro

Publicado: 2023-02-04

Para suerte o desdicha, en una tierra antigua como el Perú, los símbolos son poderosos. Y los políticos, como arañas que de la flor sacan veneno, atraen a su telaraña a la gente con viejos sueños de felicidad y grandeza. Sueños manoseados como el del retorno del Inca. Sueños que, sin embargo, siempre vuelven bajo formas nuevas y sorprendentes. Así, el pueril símbolo del pollito de un movimiento regional de Arequipa, acogido con entusiasmo. Suena a chuscada infantil, igual que la del huaco erótico mochica; pero el éxito ampara la ocurrencia. Nacido en tierra mochica, Vallejo diría que se trata del “pájaro sin alas”: “¡Un animalillo delicado pero, a la vez, feísimo, espantoso!”. El pájaro, ya se sabe, es símbolo del pene, porque se eleva al ponerse en erección. “¡No hay cántico más bello ni más triste que el cántico del pájaro sin alas!”. Illapisko ‘pajaro resplandeciente’. Es lo que dice Vallejo en La piedra cansada, obra de teatro que no alzó vuelo. Hasta al dios Viracocha se lo representa como pájaro, ya que lo llama “principio de los testes y los vientres”, y más claramente “principio de la cabeza del cuerpo”, en clara alusión al pene. Me temo que el hombre, no el venerado poeta, hubiese votado por el candidato del “pájaro sin alas”.

El huaco erótico, antiguamente símbolo de la energía vital, ha degenerado de falo en yuca; la del ingeniero Fujimori es clásica. “Pura mierda”, dice Fushía, el personaje de La casa verde, “los chunchos pueden vivir de yuca pero no un cristiano”. Increíblemente, después de treinta años, chunchos ingenuos, seguimos viviendo de yuca. Otro símbolo sexual es el de la escalera (chacana) que, de representar, en lo sueños, el coito, ha pasado a significar, en la realidad, el sueño de oscuro ascenso social (la corrupción). Otra metida de yuca.

En Arequipa no hubiese ganado el huaco erótico. Algo menos desenfadados, elegimos, entre otros símbolos infantiles (como el lapicito), el del pollito. Parece, sin embargo, que se trata de una oposición entre dos mitologías: en el norte la del pájaro, en el sur la del huevo. Tiene esta su representación clásica en el altar mayor del Coricancha, donde el Huevo Cosmogónico ocupaba el lugar principal. En realidad, es un símbolo muy antiguo, que expresa el deseo de vencer la inexorable ley de la entropía, la decadencia de todas las cosas humanas, mediante la creencia en la posibilidad de un nuevo comienzo. Por esto dice Vallejo que “la gallina pone su infinito, uno por uno”. Es lo que el huevo representa, la idea de que es posible renacer. Por alguna extraña conexión mental la palabra “huevón”, con sus múltiples derivaciones, es una de las más comunes del español andino. Y donde más asentada se encuentra es, precisamente, en el extremo antártico del continente, en Chile, donde la palabra “huevón” es la más popular y socorrida de su habla. Más que entre nosotros, que ya es bastante decir.

Nadie se ha interrogado nunca por la razón psicológica de esta manía léxica. Si todo tiene una explicación, creo en este caso conocerla. Me parece que todo comienza con Pachacuti, que puso el Huevo Cosmogónico en el Coricancha. Pachacuti significa ‘volver el tiempo’, esto es empezar de nuevo; por esto seguramente su madre fue Mama Ronto (Madre Huevo). Y había que empezar de nuevo porque el Cuzco estaba hasta las huevas. Mandaba el viejo Inca Viracocha, a quien nadie le hacía caso, porque las panacas hacían lo que querían. El Cuzco por ese entonces se llamaba Aca Mama, que significa “ay, madre”, por lo mal que estaba la ciudad. Cerrón-Palomino, el lingüista, pariente de Vladimir Cerrón, el político, se reiría de mi etimología. Pero me atengo a la evidencia: si acacau es interjección de dolor, entonces muy bien aca puede significar “ay”. En todo caso, el Cuzco era una caca de ciudad, como Lima. Ese ay de dolor, además, era el de los pueblos autóctonos sometidos por los pastores de llamas del Collao invasores, que luchaban entre ellos por el ganado humano conquistado. Cada panaca tiraba para su lado; los ayllus hacían lo que querían, el Cuzco era un caos.

El Porky de entonces era el Inca Urco, que Viracocha había nombrado su heredero. Su ideal, que podía llamarse Urcotopía o Porkytopía, no era la Ciudad del Sol, sino la del poder descarado de la riqueza. Parte de este ideal de ciudad era la cadena de chinganas, que seguía una línea torcida donde comerciaban las panacas, despachando chicha y drogas en cantidades fabulosas. No suena extraño, entonces, que María Rontworowski diga, con cierto asco, que Inca Urco era un soberano borrachín, como Porky.

Pachacuti, que todavía se llamaba Cusi Yupanqui, en cambio era un buen chico. Cusi es el nombre de una arañita saltarina, pero también significa ‘Dicha, o ventura, o contento’, cosa que resultó profética. El príncipe Cusi tenía otro ideal de ciudad, que podría llamarse Cusitopía, porque consideraba dar contento y alegría a todos; pero que ahora se le conoce más como Cuzcotopía. Imperialistas hasta en el manejo del lenguaje, los gringos inventaron este nombre más pegajoso, junto al de Pacha, referido a Pachacuti. Como se creen dueños del mundo modifican el lenguaje a su antojo, como cuando se burlan de Eneas, el progenitor de Roma, poniéndolo en las tiras cómicas junto a Benitín. Estuvo bien que, en justa respuesta a este nominalismo imperialista, le diera Pepo, el creador de Condorito, a su perro el nombre de Washington, padre fundador de la nación gringa.

Pero en ese tiempo los Incas eran los dueños del mundo, el mundo conocido entonces, que llamaron porque podían Tahuantinsuyo. Pero sucumbieron, y ahora sus lejanos herederos que nos consideramos podemos darles nombres que los hagan aparecer no como personajes divinos, sino como hombres que piensan como lo haría uno mismo si estuviera en su situación. Así nos damos cuenta que Pachacuti no era ningún huevón, ya que fue capaz de forjar un imperio. Más admira que cuando empezó con su genial empresa no era más que un pollo, ya que al tiempo del ataque chanca al Cuzco tenía entre veinte a veintitrés años, concuerdan los cronistas. Y quienes lo acompañaron en esta loca empresa de querer transformar el mundo eran otros jóvenes, no menos ilusos. Porque no fueron los serios sacerdotes, campesinos, intelectuales quienes tuvieron la brillante idea de crear un imperio universal sino los alegres amigos de Cusi Yupanqui. Algo parecido al modo en que surgió Roma, según imagina Ortega y Gasset, como por deporte, vamos a ver que sale de esto, que los jóvenes se plantearon para ejercitar sus fuerzas. “La existencia del hombre tiene un carácter deportivo, de esfuerzo que se complace en sí mismo y no en su resultado. La historia universal nos hace ver la incesante e inagotable capacidad del hombre para inventar proyectos irrealizables”.

Es seguro que Cusi Yupanqui y sus amigos no sabían que estaban tras una utopía, algo irrealizable. Así se hizo realidad Cuzcotopía, sin pensar que era imposible. Los incas viejos seguramente que les decían a los incas jóvenes que estaban tras una quimera; pero estos, felizmente, siguieron adelante. Con la mirada clavada en el futuro, Pachacuti enderezó las torcidas sendas de los chicheros y ayahuasqueros, convirtiéndolas en perfectas líneas rectas (ceques); y reemplazó las chinganas por adoratorios, a cargo de las panacas y ayllus reales. Amante del orden, reorganizó el gobierno acabando con los más de veinte partidos que había, y reestableciendo el sistema primigenio de dos partidos (Hanan y Hurin) creado por Manco Capac, el primer Inca. Al Inca Porky, que astutamente se había apoderado de la ruta a Machupicchu, lo ahogó en el río Vilcanota.

Así quedó abierto el camino de la utopía andina, que Pacha hizo realidad construyendo el imperio de los Cuatro Suyos. Nada nuevo bajo el sol, ya que la habían precedido Huari, Tiahuanaco, Moche, Chavín, Caral, escalones de la milenaria utopía andina. Es este afán de trascendencia el que encuentra su expresión en el antiguo mito del Huevo Cosmogónico, que entre nosotros anuncia la continua renovación de la cultura andina.

¿Y por qué la mitología del huevo se ha desarrollado en el sur? Tengo también una teoría al respecto, sacada de la ciencia ficción; pero que explica ciertos hechos históricos. Mejor dicho, hay ciertos hechos que los explico mediante un mito. Refiere este que la madre de Pachacuti, sabiendo por un oráculo que un día el imperio sería destruido, pensó que, como Madre Huevo que era, le correspondía preservar el legado de la civilización incaica, ocurriéndosele que la manera de hacerlo era poniendo dos huevos en los extremos opuestos del imperio, los que en el futuro remoto darían lugar a dos nuevas fundaciones. Para engañar a los enemigos les harían creer que los incas guardaban sus tesoros en la selva, en ciudades donde había un huevo de oro. Claro que no les interesaba a los incas tanto sus riquezas materiales como su herencia cultural, o el legado andino en general, la tradición nativa, que se ha preservado muy bien, ahora lo vemos, al sur entre los aimaras y mapuches, y al norte entre las comunidades indígenas del Ecuador. Ellos conservan sus instituciones; nosotros, los símbolos. El huaco erótico, el pollito, la chacana, que son todos una metida de yuca.

La organización es importante, por las reivindicaciones; pero también los símbolos, por la visión mítica o trascendente de las cosas del mundo que plantean. En esto el lenguaje ha funcionado como portador de antiguas concepciones del mundo, que han pasado de las lenguas nativas al español andino bajo la forma de una manía léxica, la del abuso que hace la gente de la palabra “huevón”. Y sus múltiples derivados: huevonaje, huevoncito, huevoncete, huevinca, ahuevonado; huevear: hueveo, huevicheo…

Todo viene del huevo de Pachacuti, el que puso en el Coricancha, y que representa lo que todos estamos siempre esperando, la posibilidad de un nuevo comienzo. Se repite la palabra mágica como un mantra (won) para ponerse en trance de empezar otra vez, de renacer. Se expresa con violencia porque hay que romper el cascarón, que es el marco del mundo, para que el poder seminal interior, que expresa el dinamismo inagotable de la vida, pueda manifestarse. Por esto dice Vallejo: “el corazón / un huevo en su momento, que se obstruye”. El huevón (tonto, upa) está encerrado, no deja que el germen del huevo se abra. Las huevadas son cosas malogradas, huevos hueros. Huevones a la vela, los políticos; da cólera verlos dirigiendo el destino del país. Pacha los colgaría de los testes. Hueveo masificado, la prensa. Mejor la alternativa: Pachamama radio, Rímac Llaqta ‘Pueblo que habla’, Chasky TV.

Pero en tanto significa una nueva posibilidad, el símbolo del huevo pone en perspectiva la lucha reivindicativa, ya que plantea la creación de una nueva sociedad. Es lo que quería Mama Ronto, que los dos huevos que puso en los extremos del mundo conocido en un momento se abrieran y, reunidos de nuevo en su centro, como un solo corazón, renovasen la gloria del imperio que el pollo de su hijo forjó. Es un deporte antiguo, que a los jóvenes les gusta practicar, el plantearse lo imposible. Como hace miles de años, hoy la utopía andina es la fe en la juventud. Y, como dice Ortega y Gasset en El origen deportivo del estado, “aunque lo único que no logra nunca el hombre es, precisamente, lo que se propone, es un honor intentarlo”.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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