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OPERACIÓN CHANCHERA

Publicado: 2023-02-12

El lenguaje de los apodos es complaciente con nuestros congresistas, que aceptan casi con gusto que les digan “otorongos”. Es este un felino majestuoso, asociado antiguamente al poder en la mitología andina y modernamente en la literatura a la matonería (el Jaguar de La ciudad y los perros). En otros sitios, me entero, el lenguaje es más justo con ellos, ya que se les dice “chanchos”, y al congreso, “la Chanchera o Casa de los chanchos”. Y me entero de esto leyendo la noticia de la liberación de 200 presos políticos nicaragüenses por la dictadura de Ortega, entre los cuales se encuentra la guerrillera que participó en la llamada “Operación Chanchera”, para tomar el congreso en tiempos del dictador Somoza. El “inmortal” García Márquez relata el hecho en un artículo titulado: Así fue el asalto al Palacio Nacional de Managua.

Ya ven, diría el no menos mortal Vargas Llosa, cómo las revoluciones no sirven para nada. Ahí tienen a Ortega, convertido en dictador, persiguiendo a sus antiguos compañeros de armas. Pero no todos involucionan de mariposas en gusanos. Tenemos para probarlo a aquella guerrillera inmaculada: “La número ‘Dos’, única mujer del comando, Dora María Téllez, de veintidós años, una muchacha muy bella, tímida y absorta, con una inteligencia y un buen juicio que le hubieran servido para cualquier cosa grande en la vida”. A los sesentaicinco años, desterrada por el chancho orweliano de Ortega, dice, con la misma inteligencia y buen juicio de su juventud: “las revoluciones no son eternas, ésta terminó en 1990. El legado principal está en la cabeza de las personas, en la conciencia de la ciudadanía”. Trotski, el archienemigo de Stalin, decía que la revolución es un proceso permanente (inteligente, iba a decir).

En Chile, de alguna manera, Boric es Allende. En el Perú, mejor no hablar de reciente herencia revolucionaria, por triste y deleznable; aunque antigua no falta, ahí están nuestro héroe nacional Mariano Melgar, y el gran símbolo de la revuelta total, Túpac Amaru. Quedan esperanzas, sin embargo. García Márquez menciona un dato interesante, que los integrantes de la Operación Chanchera eran jóvenes: “Omitiendo a Edén Pastora, la edad promedio del comando era de veinte años. Tres de sus miembros tienen dieciocho”. En ese promedio estaba el gran poeta mistiano, muerto por los señores cerdos que nos habían conquistado.

Aunque hay algo que no entiendo y es que, si las provincias están en pie de lucha y quieren tomar la capital, entonces ¿qué hacen en las calles bailando al son de bombos y zampoñas? ¿Piensan así derribar, como Josué con sus trompetas, los muros de la ciudad de Porky? No sé cómo hicieron los mapuches; araucanos en la plaza Italia; pero su manera de luchar era temible. Tanto que se ganaron el derecho de hacer una nueva constitución.

Quizá, como dice alguien, “Las crisis pasan, lo que queda es nuestra identidad”. Pero, por lo que se ve, quienes se quedan son los chanchos.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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