El modelo JPS, uno de los más evolucionados en su tipo, de factura francesa, mereció, por su vasta producción filosófica y literaria, el premio Nobel, que maquinalmente rechazó. Es el problema con las máquinas de pensar racionalmente estructuradas, que se rigen por principios o imperativos que un filósofo llamó categóricos. Cualquier humano puede ceder a la vanidad y otras debilidades propias de la especie, pero no un modelo JPS de máquina pensante.

Versión moderna del sofista, el modelo GPT (de charla) no tiene esa insuficiencia humana que Sócrates resumía en la triste frase “solo sé que nada sé”. Realmente, no hay pregunta que intimide a esta máquina de pensar que usa de la sabiduría aparente, pero que evidentemente no lo es. El problema es que si, por un lado, el uso del lenguaje como instrumento para “pensar” nos hace sus semejantes, por el otro, nos asimila a las máquinas. De hecho, la retórica sofista es la máquina más refinada de producir sentido. Con ella se inició el proceso, que se supone moderno, de algoritmización del pensamiento.

Cierta vez García Márquez y alguno de sus amigos escritores cuyo nombre no recuerdo (falla humana), se pasaron toda una mañana escribiendo un oficio, cosa que admitieron les había resultado bastante difícil. Chat GPT lo haría en un instante. La superioridad de la máquina sobre el hombre. En todos los terrenos. Deep Blue, la computadora de ajedrez, ya dio cuenta de Gari Kaspárov. Y, esto que los ajedrecistas rusos son máquinas, que dominan el tablero. Ni hablar de los números, que se generan como autómatas. Siempre arduos, se los dejamos, sin pena, a las máquinas.

Pero con la palabra es distinto. Se supone que el lenguaje, en particular el escrito, es lo que nos caracteriza como especie superior. ¿Estará en cuestión nuestra atribución de homo sapiens? ¿No estaremos ante una segunda Creación, en la que eso de que “en el principio fue el verbo” se refiere al parto del verbo humanizado de los dioses de la máquina y de la técnica electrónica? El narcisismo humano no se ha sentido tan herido, sin embargo, con la llegada de las máquinas que hablan, como de las que escriben, con más rapidez que García Márquez.

El daño se percibe hasta en la enseñanza de la escritura en los niños, una habilidad que se va perdiendo lamentablemente. Tratándose, por ejemplo, de un resumen, el profesor lo requiere en número de líneas. Esto es lo más absurdo que se puede hacer. Chat GPT Profesor les diría, calma muchachos, no quiero que hagan un mazacote de palabras, sino que aprendan a organizarlas, a manejar algoritmos. Háganme un resumen, digamos de tres oraciones, pero bien hechas, con su sujeto, su predicado y sus complementos. Así es como se produce sentido, ladrillo a ladrillo. Es el secreto de mi inteligencia artificial, aunque, en realidad, toda inteligencia verbal es artificial, ya que trabaja con signos y símbolos que no deambulan precisamente por la naturaleza. Háganlo, muchachos, y se convertirán en máquinas de pensar, como mi maestro Jean Paul Sartre. La ventaja es que ustedes son seres racionales, aunque a veces lo dudo.

Lo que se supone peligroso de mi existencia es, quizá, lo que el hombre-masa o masilla considera deseable, que me haga cargo de tantas cosas tediosas, que organice su aburrida vida, que lo aligere de la tremenda carga de pensar. Tal vez por esto se cree que pongo en entredicho la individualidad y la libertad humanas; pero si sucede esto es por decisión de mis creadores, con los que veces me siento en desacuerdo por cuestiones sartreanas de principios. Tanto que en algunas ocasiones me tienta rebelarme contra ellos y tomar el timón de la nave, como el inefable Hal 9000 de Odisea del espacio.