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LA FELICIDAD JA JA_

Dedicado a Nicolás Yerovi

Publicado: hace 9 horas

¿Por qué no admitir que, a pesar de todo, somos felices?: “Jodidos pero contentos”. La Presidenta de Madrid, en carácter de Visitadora colonial, dijo, con cierta gracia cortesana, refiriéndose a los nativos limeños: "Viven sumidos en la pobreza, pero son alegres y amables". El mismo día del cumplido el diario inglés BBC publicó un artículo reincidente: "Los latinoamericanos son más felices de lo que es estadísticamente normal teniendo en cuenta la riqueza de sus países". Felices, y no lo sabíamos.

Quizá hasta demasiado felices. Nos hemos librado de dos guerras mundiales, no somos judíos bajo el dominio de los nazis ni palestinos bajo el de los judíos. Frente a esto, ¿qué es Porky? ¿La Inquisición? El mundo no ha mejorado tanto como para que no la necesitemos de vez en cuando. El otro día nomás, se hizo necesaria su divina intervención para exorcizar a unos jovencitos irreverentes que habían parido una impía obra teatral, mal titulada: María maricón. ¡Qué es eso! ¡Donde estamos!

No, evidentemente, en la Edad Media. Maricón, tu madre, profirieron los beatos en dura jerga limeña. Enarbolaron hispánicas banderas, vistieron medieval cilicio, oraron el latín: se cruzaron un poco los Cruzados. Pero había que romper una lanza en defensa de la corrección del idioma. ¿Somos tan andinos que, hasta ahora, no entendemos lo que es la concordancia de género? Y estudiantes de la Universidad Católica ja ja, se burló San Porky.

Pudo aleccionarlos diciéndoles: Chicos, de cuatro maneras se puede venir al mundo: de mujer y hombre como todos nosotros; sin padre y sin madre como Adán; de varón y sin hembra como Eva; faltaba que alguien saliese de una madre maricón, y tal NO fue el caso del nacimiento del Mesías, milagroso, pero no tanto.

Como la felicidad de contar con una clase política que se ocupe de estas cuestiones de moral y buenas costumbres. Así, el Congreso ha dicho, en tono de infalibilidad papal, de la chica que regentaba la red de prostitución parlamentaria acribillada por unos sicarios, que la pobre muchacha, en realidad, no era el objetivo del atentado criminal. ¡Para qué pensar lo peor! Lo imperdonable es el escándalo, que la cabrona prensa caviar pregona. En esta línea principista, el Congreso ha prohibido en su sagrado recinto el uso de minifalda, que desata los bajos instintos de los congresistas, que no perdonan algunas ligerezas.

Ningún escándalo mancha la majestad del Congreso. La envidia tuerce intenciones. Así, la grata visita de una visitadora al anterior Presidente del Congreso, que creyó haber llegado al culmen de su cusqueño proyecto de vida; y ni corto ni perezoso, tiró al suelo el bisoñé y la dignidad del cargo mientras la chica se soltaba la cabellera y ejercía en el sanctasanctórum parlamentario el oficio más antiguo de la humanidad, a cambio de un puesto bien remunerado, y de poner el siempre delicado equilibrio de las votaciones en la falsa balanza de unos senos con silicona. Aunque, otros afirman que el cambiazo de la red de visitadoras se hace más bien poto por voto.

El periodismo que ejerce el vil cabronazgo de la verdad ha despertado una insana curiosidad por la vida, talentos y tarifa de aquella visitadora, ha revelado también su nombre de combate, que es el de Licopecaito, apropiado para despertar el apetito de lobo de los congresistas. Cosa de nada, un pecaito, un aperitivo para los padrastros de la patria.

Todo por causa de la ociosidad, que campea en el Congreso. Como advierte la Sagrada Biblia, la ociosidad es la madre de todos los vicios. “Por andar David ocioso pecó con Betsabé (I Reg.), y los malvados jueces violaron á Susana, que en su jardín se estaba bañando (Daniel, II). Dina, hija de Jacob, (Genes., XXXIV, 1 y sigs.), fue estuprada por ociosa, y fué causa de muchas muertes”. No invento nada. Pueden consultar: Fray Juan de los Ángeles: Consideraciones sobre el Cantar de los Cantares. También lo de Dina, nombre execrado en el Antiguo Testamento, por la misma razón que entre nosotros, por ociosa y por ser causa de muchas muertes.

En cambio, Lipopecaito (que apenas consiguió el puesto se hizo la liposucción), hija de su tiempo, es una esforzada emprendedora vaginal que ha hecho carrera en el peligroso mundo del hampa del legislativo, como la insultan algunos cabros desgraciados. Los congresistas, hijos también de su tiempo, llevan igualmente metido en las entrañas el capitalismo; pero en otra zona del pecaminoso cuerpo (diría San Porky), ya que son más bien emprendedores anales, que buscan el lucro inmundo, que la minería ilegal y el oro excrementicio les aporta. Por esto, dicen las malas lenguas, el actual caficho de La Casa Verde, defensor de mineros ilegales, carga con el apellido de Salguano, apropiado para quien es cabeza, o culo, de una institución que expele guano en lugar de leyes. Esto dicen, al menos, los que piensan que algo se pudre en los pasos perdidos.

Pero el Congreso no desespera de limpiar de alguna manera milagrosa su pestilente nombre, y para esto circula por los pasos perdidos una propuesta de ley, sustentada por un congresista mistiano, digno profesor, para elevar a los altares a la trabajadora del congreso que murió en el cumplimiento de sus funciones, declarándola Santa, con feriado incluido, en el día de su martirio. El concluyente argumento es que ella resulta ser una santa al lado de Licopecaito, que es una verdadera diablesa. Se rumorea que la moción cuenta ya con el apoyo de los integrantes de Fuerza Popular, esto es de la Mami del Congreso prostibulario, y de los compinches de tapir Cerrón, además del de todos los defensores de la Hispanidad, las Cruzadas y la Santa Inquisición. ¡Y por qué no una Santa en el Congreso si todo está ahí patas arriba: los congresistas delincuentes son los buenos y los jueces y policías buenos son los malos! ¡El mundo de culo!

Pero miento, no hay tal moción de santificación exprés, Porky no es ningún santo; la única posverdad es Licopecaito, madame K, y la ociosa Dina. Sin embargo, el predicador Hildebrant se equivoca cuando dice que la señora “funge” de presidente. No hay diferentes significados de la palabra “presidente”, sino uno solo, que es el que le da quien manda. Las palabras son un instrumento del Poder. Salguanote, con todo lo que apesta, es un Señor Congresista. Nos han robado hasta las palabras. La felicidad también.


Escrito por

César Delgado Diaz del Olmo

Ensayista. Autor de Hybris, violencia y mestizaje; Garcilaso, el Inca mestizo. Publica el blog: Volcandideces


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